Por qué el Plan de Trump para Gaza tiene más que ver con Netanyahu que con Gaza
Trump, Netanyahu y Gaza: La verdadera historia tras las conversaciones sobre la toma del poder
Por qué el Plan de Trump para Gaza tiene más que ver con Netanyahu que con Gaza
Por: Justin James McShane
Resumen:
No es un plan literal - La propuesta de Trump de apoderarse de Gaza y despoblarla, y luego reconstruirla bajo control estadounidense, es más una declaración política que una medida política seria. Parece destinada a apoyar al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que se enfrenta a desafíos jurídicos y políticos.
Movimiento político simbólico - La impracticabilidad del plan y la falta de detalles políticos sugieren que sirve para distraer la atención de las luchas internas de Netanyahu y reforzar su imagen con el respaldo de Estados Unidos.
Contexto de Gaza - La zona ha sido devastada por 15 meses de guerra, y la crisis humanitaria es grave. El bloqueo y el conflicto en curso limitan el acceso a suministros médicos, agua e infraestructuras.
Controversia sobre la ivermectina - La sugerencia de Trump de utilizar la ivermectina para el tratamiento masivo en Gaza carece de base científica. El fármaco, utilizado principalmente para los parásitos, adquirió notoriedad durante la COVID-19, pero no está probado para un uso humano generalizado en tales escenarios.
Ladespoblación es logísticamente imposible - Gaza tiene 2,3 millones de residentes; trasladarlos a Egipto o Jordania crearía una crisis humanitaria y legal masiva, violando potencialmente las leyes internacionales sobre desplazamiento forzoso.
La reconstrucción sería astronómica - Las estimaciones sugieren que los costes de reconstrucción podrían superar los 50.000-70.000 millones de dólares. Estados Unidos se enfrentaría a barreras financieras, logísticas y políticas para ejecutar tal plan.
Falta de recursos naturales - Gaza tiene una riqueza natural mínima. Existen yacimientos de gas en alta mar, pero son objeto de disputa política. Cualquier crecimiento económico dependería de la ayuda y la inversión externas, no de la explotación de los recursos.
Reacción internacional - Grandes potencias como China y Rusia se opondrían a la intervención estadounidense. Las naciones árabes, entre ellas Arabia Saudí y Egipto, rechazan firmemente el desplazamiento forzoso de palestinos.
Problemas legales de Netanyahu - Se enfrenta a cargos de corrupción y acusaciones de crímenes de guerra de la CPI. La propuesta de Trump puede servir como distracción política para ayudar a Netanyahu a mantener el poder.
Teatro político, no política - La propuesta carece de realismo y viabilidad. Se ajusta al patrón de Trump de hacer declaraciones audaces, que acaparan titulares y sirven a fines políticos más que prácticos. Es una táctica que le ha funcionado bien en el pasado.
Reacción mundial - La idea ha sido ampliamente rechazada tanto por aliados como por adversarios internacionales, por considerarla desestabilizadora y contraria al derecho internacional.
En resumen, la propuesta de Trump sobre Gaza es más una maniobra política que una estrategia viable. Pretende ayudar políticamente a Netanyahu, pero corre el riesgo de exacerbar la inestabilidad regional.
Y ahora el Análisis Profundo...
Tesis
Los comentarios del presidente Trump sobre la toma de Gaza por Estados Unidos, su despoblación y su posterior reconstrucción bajo control estadounidense no deben interpretarse como una intención política literal, sino más bien como una audaz declaración política destinada a apoyar a su aliado, Benjamin Netanyahu, que actualmente navega por un tumultuoso panorama político en Israel. Tras el cese de las principales operaciones de combate en Gaza a principios de 2025, Netanyahu se enfrenta a importantes desafíos internos, como un frágil gobierno de coalición, el descontento público por los fallos de seguridad y las continuas batallas legales que amenazan su supervivencia política. La propuesta de Trump, que incluye la fantástica idea de utilizar la ivermectina para el tratamiento masivo y crear un refugio económico, sirve más como gesto dramático para desviar la atención de los problemas internos de Netanyahu y reforzar su imagen de líder con respaldo internacional, que como plan serio de desarrollo o estabilización regional.
Esta retórica de Trump debe verse a través de la lente de sus anteriores maniobras políticas, en las que las declaraciones provocadoras suelen tener como objetivo recabar apoyos o desviar la atención. Es una táctica que le ha funcionado muy bien en el pasado con gran efecto. En este caso, la impracticabilidad de la propuesta y la falta de un marco político detallado sugieren que se trata principalmente de un acto simbólico de solidaridad, destinado a reforzar la posición de Netanyahu presentándolo como alguien que cuenta con un importante apoyo estadounidense en un complejo escenario internacional. La mención de la despoblación y reconstrucción de Gaza por parte de Estados Unidos subraya una narrativa de intervención dramática, pero el mensaje subyacente es de lealtad política, dirigido a ayudar a un amigo en apuros más que a avanzar en una estrategia geopolítica factible. Este planteamiento refleja un patrón en el que las declaraciones de política exterior se utilizan como herramientas en los juegos políticos internos, en lugar de como compromisos con la acción en el mundo real.
Introducción
La propuesta del presidente Donald Trump de tomar el control de la Franja de Gaza y administrar Ivermectina a su población ha suscitado un importante debate y controversia internacionales. Gaza, una pequeña franja de tierra a lo largo de la costa oriental del mar Mediterráneo, es una de las zonas más densamente pobladas del mundo. Está bloqueada por Israel y Egipto desde 2007, tras el control de Hamás sobre la zona.
Históricamente, Gaza ha sido un punto focal del conflicto palestino-israelí. Tras la retirada de Israel de Gaza en 2005, Hamás ganó las elecciones legislativas palestinas de 2006 y posteriormente tomó el control en 2007, lo que condujo al bloqueo actual. Este bloqueo ha restringido gravemente la circulación de bienes y personas, provocando dificultades económicas y una crisis humanitaria.
A principios de febrero de 2025, la situación en Gaza es calamitosa, ya que la zona ha sufrido 15 meses de conflicto con Israel, lo que ha provocado daños masivos en las infraestructuras y una crisis humanitaria. El bloqueo ha limitado el acceso a suministros médicos, agua potable y artículos de primera necesidad. La propuesta de Trump de «apoderarse» de Gaza y convertirla en lo que describió como la «Riviera de Oriente Próximo» durante una conferencia de prensa con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el 4 de febrero de 2025, se ha encontrado con el rápido rechazo de los Estados árabes y los aliados de Estados Unidos. Consideran que se trata de una posible violación del derecho internacional y de los derechos de los palestinos.
La comunidad internacional ha reaccionado con escepticismo y críticas. Arabia Saudí, por ejemplo, ha manifestado claramente su oposición a cualquier desplazamiento de palestinos, que la propuesta de Trump sugiere indirectamente al imaginar una Gaza sin sus actuales residentes. La idea de que Estados Unidos adopte una «posición de propiedad a largo plazo» sobre Gaza, como articuló Trump, plantea cuestiones sobre la soberanía territorial, el derecho internacional y los derechos del pueblo palestino.
El plan de Trump de apoderarse de Gaza representa una compleja intersección de estrategia geopolítica, política sanitaria y derechos humanos. Desafía las normas del derecho internacional, la ayuda humanitaria y la ética médica. La respuesta mundial ha sido predominantemente negativa, y tanto aliados como adversarios han expresado su preocupación por la viabilidad, legalidad y moralidad de tales acciones. Esta situación pone de relieve las continuas tensiones en la región y el delicado equilibrio necesario para abordar tanto las necesidades humanitarias inmediatas como las perspectivas de paz a largo plazo.
Declaraciones de Trump
Durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca el 4 de febrero de 2025, junto al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, el presidente Donald Trump hizo una declaración que desde entonces ha resonado en todo el mundo: «Estados Unidos tomará la Franja de Gaza». Esta declaración formaba parte de un discurso más amplio sobre cómo abordar el conflicto y la situación humanitaria en Gaza. Trump dio más detalles al afirmar: «Nos adueñaremos de ella y nos encargaremos de desmantelar todas las peligrosas bombas sin detonar y otras armas que hay en el lugar, nivelaremos el lugar y nos desharemos de los edificios destruidos, lo nivelaremos, crearemos un desarrollo económico que proporcionará un número ilimitado de puestos de trabajo y viviendas para la población de la zona.» Este comentario se produjo justo después de que hablara de la devastación de Gaza, describiéndola como un «lugar de demolición» y un «agujero infernal», señalando su intención de una implicación significativa de Estados Unidos en el futuro de la región.
El contexto de las declaraciones de Trump tenía su origen en el conflicto en curso entre Israel y Hamás, que había dejado Gaza en un estado de grave destrucción tras 15 meses de guerra. Su sugerencia no se refería únicamente al mantenimiento de la paz o a la ayuda, sino que proponía una revisión completa de la gobernanza y las infraestructuras de la región. Inmediatamente antes de su declaración sobre la toma de Gaza, Trump expresó su escepticismo sobre la eficacia de las actuales negociaciones de alto el fuego entre Israel y Hamás, sugiriendo que el conflicto podría reanudarse en cualquier momento. Tras su audaz afirmación, expresó su visión de convertir Gaza en una potencia económica, potencialmente la «Riviera de Oriente Próximo», que, en su opinión, podría estabilizar no sólo Gaza, sino todo Oriente Próximo.
El lugar de esta conferencia de prensa, la Sala Este de la Casa Blanca, fue significativo, ya que fue aquí donde Trump decidió desvelar este plan en presencia de un aliado clave, Benjamín Netanyahu. La ocasión estuvo marcada por debates sobre diversos asuntos de Oriente Próximo, como el frágil alto el fuego en Gaza, la influencia de Irán en la región y las implicaciones más amplias para la política exterior estadounidense. Se informó ampliamente de las declaraciones de Trump, y las publicaciones en las redes sociales captaron el momento, indicando la conmoción y las reacciones inmediatas de diversas partes interesadas a escala mundial. La propuesta, de concretarse, representaría un paso sin precedentes en la política exterior estadounidense, sugiriendo esencialmente una forma de colonización bajo la apariencia de redesarrollo.
Las implicaciones técnicas del plan de Trump son enormes, pues implican no sólo operaciones militares de limpieza de artefactos explosivos sin detonar, sino también enormes proyectos de ingeniería civil para reconstruir la zona. Estados Unidos tendría que navegar por el derecho internacional en relación con la soberanía, los derechos de la población palestina desplazada y la posibilidad de una ocupación militar a largo plazo. La mención de «nivelar» el lugar implica una amplia demolición, seguida de esfuerzos de reconstrucción que requerirían importantes recursos, planificación y cooperación u oposición internacional. Además, la idea de crear una zona de «desarrollo económico» implica un compromiso a largo plazo con la política económica, las infraestructuras y posiblemente incluso la gobernanza, que habría que estructurar jurídica y logísticamente.
Los críticos han señalado los problemas éticos y jurídicos de tal propuesta. El concepto de apoderarse de un territorio, incluso con intenciones de reurbanización, entra en conflicto con los principios de autodeterminación y podría considerarse una violación de la soberanía palestina. La comunidad internacional, incluidas las naciones árabes como Egipto y Jordania, se han opuesto históricamente a cualquier sugerencia de reasentamiento permanente o control externo sobre los territorios palestinos. La propuesta también plantea interrogantes sobre la viabilidad de aplicar un plan de este tipo sin el consentimiento de la población local o de organismos internacionales como Naciones Unidas, que desempeña funciones de mantenimiento de la paz y ayuda humanitaria en zonas de conflicto.
La reacción a la declaración de Trump ha sido rápida y variada. Algunos la consideran una medida provocadora que podría agravar las tensiones en la región, mientras que otros la ven como una oportunidad, aunque controvertida, de abordar los antiguos problemas de Gaza por medios económicos en lugar de militares. El panorama político de Estados Unidos e Israel también desempeñaría un papel decisivo en la forma en que podría llevarse a cabo dicho plan, ya que la política nacional, las alianzas internacionales y los intereses estratégicos en Oriente Medio influirían en el resultado.
El uso de frases como «nivelar» y «crear desarrollo económico» sugiere una visión más parecida a la planificación urbana y las zonas económicas que a la ayuda humanitaria tradicional. El plan de Trump, de seguir adelante, requeriría un nuevo marco jurídico, posiblemente en virtud del derecho internacional o mediante acuerdos bilaterales, para legitimar el control estadounidense sobre Gaza. Esto implicaría complejas negociaciones no sólo con Israel y las autoridades palestinas, sino también con las potencias regionales y, potencialmente, con la comunidad internacional en general, dadas las implicaciones geopolíticas.
La declaración de Trump sobre la toma del control de Gaza para desmantelar las bombas, demoler las estructuras dañadas y fomentar el desarrollo económico es una importante propuesta política que alteraría drásticamente la implicación de Estados Unidos en Oriente Próximo. Es un plan plagado de desafíos legales, éticos, logísticos y políticos, que refleja tanto la ambición de resolver uno de los conflictos más intratables del mundo como la posibilidad de complicar aún más una situación ya de por sí compleja.
Impracticabilidad de la despoblación
La idea de despoblar Gaza propuesta por el presidente Donald Trump, en la que sugería trasladar a la población palestina a países vecinos como Egipto y Jordania, plantea inmensos desafíos logísticos y humanitarios. La población de Gaza, que era de aproximadamente 2,3 millones antes del conflicto, se ha visto gravemente afectada por la guerra, y alrededor de 1,8 millones podrían necesitar ser reubicados según el plan de Trump. Trasladar a un número tan elevado de personas no sólo pondría a prueba los recursos de Egipto y Jordania, sino que crearía una de las mayores crisis de refugiados de la historia reciente. La logística de tal operación implicaría transporte masivo, alojamiento temporal y reasentamiento a largo plazo, todo lo cual probablemente provocaría caos, sufrimiento y protestas internacionales por las implicaciones humanitarias.
Desde el punto de vista de los derechos humanos, la sugerencia de trasladar a toda una población fuera de su patria está plagada de problemas legales y éticos. El traslado forzoso de poblaciones está explícitamente prohibido por el derecho internacional, concretamente por el Artículo 49 de la Cuarta Convención de Ginebra, que prohíbe el traslado forzoso o la deportación de personas protegidas de territorios ocupados. Además, tales acciones podrían interpretarse como limpieza étnica, término asociado al intento deliberado de expulsar a un grupo de una zona específica por medios violentos o inspirados por el terror. Esto provocaría una severa condena internacional, posibles sanciones y acciones legales contra Estados Unidos e Israel ante organismos como el Tribunal Penal Internacional o el Tribunal Internacional de Justicia.
Los aspectos prácticos de la aplicación de esta política son desalentadores. Estados Unidos necesitaría proyectar una fuerza militar significativa con fines de seguridad, no sólo para gestionar la reubicación, sino también para asegurar la zona desalojada. Las estimaciones sugieren que sería necesaria una fuerza de al menos 50.000 a 100.000 soldados para mantener el orden, proteger a los equipos de construcción y asegurar las fronteras contra la insurgencia o los intentos de retorno de los palestinos desplazados. Esta proyección tiene en cuenta la necesidad de apoyo aéreo, inteligencia y operaciones logísticas, que también incluirían el establecimiento de líneas de suministro seguras para la ayuda humanitaria y los materiales de construcción.
En términos de movilización para la construcción, la escala de la operación no tendría precedentes. La limpieza de la Franja de Gaza, que Trump ha descrito como un «lugar de demolición», implicaría la retirada de millones de toneladas de escombros, la eliminación de municiones sin detonar y el saneamiento de terrenos potencialmente contaminados. Según las estimaciones actuales de movilización de la construcción, Estados Unidos necesitaría desplegar miles de vehículos pesados de construcción, incluidas excavadoras, bulldozers y camiones volquete, junto con una mano de obra que podría ascender a decenas de miles de personas. La logística de importar todo el equipo y el personal necesarios, establecer alojamientos temporales para los trabajadores y garantizar la seguridad requeriría un esfuerzo coordinado similar al de una operación militar masiva.
Además, el coste de tal empresa sería astronómico. Las previsiones iniciales para la limpieza del terreno, la reconstrucción de las infraestructuras y la creación de nuevas zonas residenciales y comerciales podrían ascender a cientos de miles de millones de dólares, suponiendo que no se produjeran conflictos o disturbios adicionales. Esto no sólo incluiría los costes directos de construcción, sino también las operaciones de mantenimiento y seguridad en curso, que probablemente tendrían que continuar durante años, si no décadas, para garantizar la estabilidad y la viabilidad económica.
El impacto medioambiental es otro aspecto crítico pero que a menudo se pasa por alto. El proceso de desbroce y reconstrucción implicaría alteraciones significativas de los ecosistemas locales, lo que podría provocar una mayor degradación del ya frágil medio ambiente de Gaza. La gestión de la contaminación del suelo, el agua y el aire requeriría soluciones avanzadas de ingeniería medioambiental, que añadirían niveles de complejidad y coste al proyecto.
Desde un punto de vista geopolítico, la propuesta probablemente desestabilizaría aún más la región. Egipto y Jordania ya han expresado su firme oposición a acoger a un gran número de refugiados palestinos, temiendo tanto las implicaciones políticas como la presión sobre sus recursos. Un plan así podría tensar las relaciones diplomáticas, lo que posiblemente acercaría a estas naciones a otras potencias regionales o incluso provocaría un conflicto regional si se considera un acto agresivo de desplazamiento forzoso.
La propuesta de Trump de despoblar Gaza e iniciar un proyecto de construcción masiva bajo control estadounidense no sólo es legal y éticamente cuestionable, sino también logística y financieramente inviable a una escala casi inimaginable. La reacción de la comunidad internacional, la posibilidad de que aumente el conflicto y la mera complejidad de la operación hacen de este plan uno de los más desafiantes y polémicos de la política internacional moderna.
Coste de la reconstrucción
Las implicaciones económicas de reconstruir Gaza desde cero son asombrosas, dado el nivel de destrucción causado por años de conflicto. Según diversas evaluaciones, incluidas las de Naciones Unidas y ONG internacionales, el coste de reconstruir Gaza podría superar los 50.000 millones de dólares. Esta cifra tiene en cuenta las necesidades inmediatas de reparación de infraestructuras, como carreteras, servicios públicos y viviendas, pero no incluye el coste de modernizar o mejorar estos servicios. Si Estados Unidos asumiera este proyecto, tendría que hacer frente a un enorme compromiso financiero, cuyos fondos procederían probablemente de una combinación de presupuestos gubernamentales, ayuda internacional y posiblemente incluso inversiones del sector privado. Sin embargo, la carga para los contribuyentes estadounidenses sería significativa, ya que representaría uno de los mayores paquetes de ayuda exterior de la historia, y podría requerir la aprobación del Congreso y el apoyo público, ambos inciertos.
La idea de «reconstruir mejor» en Gaza añade otra capa de complejidad financiera. Este concepto implica no sólo restaurar lo que se perdió, sino mejorarlo con infraestructuras sostenibles y resistentes que puedan soportar futuros conflictos o catástrofes naturales. Modernizar Gaza significaría instalar plantas avanzadas de desalinización de agua, instalaciones de energía solar y sistemas inteligentes de gestión de residuos. El Banco Mundial ha sugerido que estas mejoras podrían aumentar el coste de la reconstrucción en un 20-30% adicional, con lo que la inversión total podría acercarse a los 60-70.000 millones de dólares. Esto incluiría la integración de soluciones de alta tecnología para la gestión del tráfico, edificios ecológicos y centros comunitarios, todo lo cual requiere no sólo capital sino también conocimientos especializados en planificación urbana sostenible de los que Gaza carece actualmente.
Además, el modelo económico para la reconstrucción tendría que considerar no sólo la reconstrucción inmediata, sino también el desarrollo económico a largo plazo. Esto significa establecer industrias, comercio e instalaciones educativas que puedan proporcionar empleo y crecimiento económico. La introducción de estos sistemas requeriría subvenciones o incentivos iniciales, lo que aumentaría aún más los costes. Por ejemplo, la creación de un centro tecnológico o de zonas industriales implicaría no sólo la construcción de las instalaciones, sino también garantizar su conexión con los mercados mundiales, lo que requeriría inversiones en infraestructuras de comunicación, acuerdos comerciales y posiblemente incluso subvenciones para las empresas dispuestas a invertir en una zona de tan alto riesgo.
La logística financiera va más allá de la construcción. Está el coste del desarrollo del capital humano, en el que los servicios de educación y sanidad deben revisarse para apoyar a una población y una mano de obra florecientes. La tasa de desempleo previa al conflicto en Gaza ya era elevada, con estimaciones en torno al 45-50% antes de las recientes escaladas, lo que sugiere que sería necesaria una inversión significativa en formación profesional, educación superior y atención sanitaria para garantizar que la Gaza reconstruida pueda mantenerse económicamente. Esto implicaría no sólo la reconstrucción física, sino también el desarrollo de programas sociales, que requieren mucho capital y una financiación sostenida durante décadas.
Estados Unidos también tendría que considerar el mantenimiento continuo y los costes operativos de las nuevas infraestructuras, que podrían ser considerables dado el tamaño y la densidad de población de Gaza. Sistemas como el tratamiento del agua, las redes eléctricas y el transporte público requerirían una inversión continua para seguir funcionando, especialmente en una región propensa a los conflictos. Este coste continuo, a menudo pasado por alto en las estimaciones iniciales, podría significar que Estados Unidos tendría que comprometerse con una presencia o un mecanismo de financiación a largo plazo, que podría no ser política o financieramente viable con el tiempo.
Además, no debe subestimarse el coste medioambiental de la reconstrucción. El proceso implicaría un importante movimiento de tierras, que podría provocar la degradación del suelo, la contaminación del agua por los residuos de la construcción y la contaminación atmosférica por la maquinaria pesada. Implantar prácticas respetuosas con el medio ambiente desde el principio aumentaría los costes inmediatos, pero podría ahorrar en futuros costes de limpieza medioambiental y sanitarios. Sin embargo, esto requeriría no sólo financiación, sino también un cambio cultural hacia la sostenibilidad en la gobernanza y las prácticas locales.
Las implicaciones políticas también influyen en el cálculo de los costes. Estados Unidos tendría que navegar por la política internacional, donde la financiación y el apoyo de otras naciones u organismos internacionales como el Banco Mundial o la UE podrían estar supeditados a diversas consideraciones geopolíticas, incluida la política estadounidense hacia Israel, Palestina y la política más amplia de Oriente Medio. Esto podría dar lugar a costes adicionales o a retrasos si la comunidad internacional no respalda plenamente el proyecto, lo que obligaría a Estados Unidos a soportar una mayor parte de la carga financiera o a negociar complejos paquetes de ayuda.
El coste de reconstruir Gaza, especialmente con el objetivo de «reconstruir mejor», no sería una inversión sencilla, sino un compromiso multidecenal con capas de consideraciones económicas, medioambientales y políticas. El desembolso financiero total probablemente empequeñecería las estimaciones iniciales, lo que exigiría un enfoque estratégico no sólo en la construcción, sino en el fomento del crecimiento económico sostenible, la estabilidad política y la paz regional.
(Imagen superior: un barrio del norte de Gaza)
Falta de recursos naturales
La falta de recursos naturales significativos en Gaza plantea un desafío fundamental a cualquier propuesta de justificación económica de una toma de poder. A diferencia de las regiones históricamente colonizadas o anexionadas por su petróleo, minerales u otras riquezas extraíbles, los principales activos de Gaza son su situación geográfica estratégica y su capital humano. Aunque se conocen reservas de gas natural en alta mar, como el yacimiento marino de Gaza, que se calcula que contiene alrededor de 1 billón de pies cúbicos de gas, éstas no son lo suficientemente vastas como para alterar fundamentalmente el panorama económico o justificar una ocupación basada únicamente en la explotación de los recursos. El desarrollo de estos yacimientos de gas ha sido políticamente polémico y está prácticamente paralizado debido al conflicto y al bloqueo en curso, que han impedido que se realice ninguna extracción significativa ni se obtenga ningún beneficio económico.
La viabilidad económica de Gaza, por tanto, depende menos de los recursos naturales y más del potencial de desarrollo humano y de su ubicación estratégica. La Franja de Gaza se encuentra en una encrucijada crítica entre África, Asia y Europa, lo que la hace potencialmente valiosa para las rutas comerciales o como centro para las redes de comunicación y energía. Sin embargo, cualquier desarrollo requeriría importantes inversiones externas e infraestructuras, no sólo para aprovechar estos recursos naturales limitados, sino para crear una economía sostenible. Esto contrasta fuertemente con las regiones donde la riqueza en recursos puede impulsar la actividad económica; en Gaza, el desarrollo económico tendría que estimularse artificialmente mediante inversiones masivas en educación, infraestructuras y sectores tecnológicos, creando esencialmente una economía desde la base.
El gas natural marino, aunque es un activo potencial, conlleva su propio conjunto de complicaciones. El yacimiento marino de Gaza, descubierto en 2000, ha estado sumido en disputas políticas, con planes de desarrollo bloqueados en repetidas ocasiones por motivos de seguridad y desacuerdos políticos entre Israel, Hamás y la Autoridad Palestina. Incluso si se explotara, el gas sólo proporcionaría un impulso económico limitado y a corto plazo, a menos que se combinara con una estrategia de desarrollo global. Los ingresos procedentes del gas, en condiciones óptimas, sólo podrían cubrir una pequeña fracción de los costes necesarios para reconstruir y sostener la economía de Gaza a largo plazo.
Además, la ausencia de otros recursos naturales importantes como minerales, metales o incluso tierra fértil para la agricultura (debido a la sobreexplotación y la contaminación) significa que las estrategias económicas no pueden depender de las industrias tradicionales basadas en los recursos. En su lugar, cualquier plan económico tendría que centrarse en las industrias de servicios, la tecnología y quizás la fabricación ligera, que dependen menos de los recursos naturales pero requieren una mano de obra formada y una gobernanza estable, dos ámbitos en los que Gaza tiene dificultades actualmente.
La idea de estimular la actividad económica por medios artificiales también introduce el concepto de zonas económicas o áreas especiales de desarrollo, similares a las que algunos países han puesto en marcha para atraer inversiones con incentivos fiscales, flexibilidad normativa y apoyo a las infraestructuras. Sin embargo, estas iniciativas en Gaza se enfrentarían a retos únicos debido al entorno político y de seguridad, la necesidad de cooperación internacional y el bloqueo que restringe gravemente el comercio y la circulación.
Desde una perspectiva macroeconómica, la falta de recursos naturales significa que cualquier crecimiento económico dependería en gran medida de la ayuda exterior, la inversión y el apoyo político, que podrían ser incoherentes dadas las tensiones geopolíticas. Esta dependencia de la ayuda económica exterior podría conducir a una economía volátil, en la que el crecimiento no fuera autosostenido, sino que estuviera sujeto a los caprichos de la política internacional y a la fatiga de los donantes.
La situación estratégica de Gaza podría ofrecer algunas vías económicas a través de la logística y el comercio si la paz y la estabilidad estuvieran aseguradas. Sin embargo, este potencial no se realiza actualmente debido a los bloqueos, el conflicto y la falta de puertos o aeropuertos que pudieran servir de puertas de entrada para el comercio. Incluso con gas natural, el desarrollo requeriría una voluntad política significativa, cooperación internacional y una resolución del conflicto en curso, todo lo cual es actualmente difícil de alcanzar.
La justificación económica de cualquier forma de control o desarrollo en Gaza debe sortear su escasez de recursos naturales, centrándose en cambio en el capital humano y la ubicación estratégica. Este enfoque requeriría no sólo inversión financiera, sino también una compleja interacción de estrategia política, diplomacia internacional y un compromiso con las iniciativas de paz y desarrollo a largo plazo, mucho más allá de lo que suele verse en las adquisiciones impulsadas por los recursos.
Reacciones internacionales
La reacción internacional a una intervención estadounidense en Gaza con el pretexto de reconstruir y administrar el territorio sería, sin duda, compleja y variada, especialmente por parte de grandes potencias como China y Rusia. Ambos países han criticado históricamente la implicación militar y política de Estados Unidos en Oriente Medio, considerándola un intento de extender la hegemonía estadounidense. China, en particular, ha estado ampliando su huella diplomática y económica en la región, y ve las acciones estadounidenses en Gaza como un desafío directo a su creciente influencia, especialmente tras mediar con éxito entre Arabia Saudí e Irán en 2023. China podría utilizar este escenario para recabar apoyos en foros internacionales como Naciones Unidas, posicionándose como defensora de los derechos palestinos frente a lo que describiría como imperialismo estadounidense. Esto podría aumentar las tensiones geopolíticas, y China podría vetar o impugnar las resoluciones estadounidenses en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde ambas naciones tienen poder de veto.
Rusia, del mismo modo, vería probablemente el control estadounidense sobre Gaza como una medida inoportuna en una región en la que pretende mantener y ampliar su influencia, sobre todo tras sus alianzas estratégicas con Siria e Irán. Moscú podría aumentar su apoyo a la retórica antiestadounidense en los medios de comunicación internacionales y en los canales diplomáticos, posiblemente ofreciendo más apoyo abierto o encubierto a los grupos palestinos o incluso explotando la situación para desviar la atención de sus propios conflictos, como la guerra en curso en Ucrania. La narrativa de Rusia podría centrarse en la violación del derecho internacional y la soberanía, intentando así aislar diplomáticamente a Estados Unidos.
En Oriente Medio, la reacción de las naciones árabes oscila entre la hostilidad abierta y las maniobras estratégicas. Arabia Saudí, por ejemplo, ha declarado públicamente a principios de 2025 que la normalización con Israel está supeditada a la creación de un Estado palestino. Esta postura refleja un sentimiento más amplio entre los Estados árabes, donde la causa palestina sigue siendo un importante punto de encuentro. Una intervención estadounidense en Gaza, especialmente una que pudiera considerarse que favorece a Israel o disminuye la autonomía palestina, probablemente endurecería esta postura, pudiendo estancar o invertir cualquier avance hacia la normalización. Arabia Saudí podría aprovechar esta situación para obtener concesiones de Estados Unidos en otros frentes o para reforzar su propio papel de liderazgo regional abogando más enérgicamente por la estatalidad palestina.
Otras naciones árabes, como Egipto y Jordania, que ya han absorbido importantes poblaciones palestinas y temen una mayor desestabilización, reaccionarían probablemente con preocupación. Egipto, con su frontera directamente adyacente a Gaza, se mostraría especialmente receloso ante las implicaciones de una absorción estadounidense, temiendo tanto amenazas a la seguridad como una crisis de refugiados. Jordania, con una importante población palestina, podría verlo como una oportunidad para reafirmar su compromiso con la causa palestina, posiblemente organizando o apoyando esfuerzos internacionales para oponerse a las acciones estadounidenses.
El escenario también podría provocar un aumento del apoyo a grupos de resistencia como Hamás y Hezbolá. Estas organizaciones han prosperado durante mucho tiempo gracias al sentimiento antiisraelí y antiestadounidense, y una medida de este tipo por parte de Estados Unidos les proporcionaría un poderoso material propagandístico. Podrían intensificar sus actividades, conseguir más financiación o incluso ver una afluencia de nuevos miembros inspirados por la injusticia percibida contra los palestinos. Esto podría aumentar la inestabilidad no sólo en Gaza, sino en toda la región, atrayendo potencialmente a otros actores estatales o no estatales.
El mundo musulmán en general, incluidos los países que no participan directamente en la política de Oriente Medio, también podría manifestar su oposición o, al menos, su escepticismo. Países como Pakistán, Indonesia y Malasia, con grandes poblaciones musulmanas, podrían ver en ello una oportunidad para expresar su solidaridad con Palestina, organizando protestas o utilizando sus plataformas en organizaciones internacionales como la Organización de Cooperación Islámica (OCI) para condenar las acciones estadounidenses.
En términos de derecho internacional, muchas naciones argumentarían que cualquier forma de administración estadounidense sobre Gaza, especialmente si implicara desplazamientos de población o cambios en el estatus territorial, sería ilegal en virtud de principios como la autodeterminación y la prohibición de adquirir territorios por la fuerza, consagrados en la Carta de la ONU. Esto podría dar lugar a impugnaciones legales o a tribunales internacionales, complicando aún más la política exterior estadounidense.
La reacción internacional a una intervención estadounidense en Gaza no sólo se enfrentaría a la oposición de grandes potencias como China y Rusia, sino que también provocaría una fuerte reacción de los países de Oriente Próximo, lo que podría revitalizar los movimientos antiestadounidenses y complicar los esfuerzos de paz en la región. Este escenario obligaría a Estados Unidos a navegar por una traicionera red de relaciones internacionales, derecho y opinión pública, con importantes implicaciones para la diplomacia y la seguridad mundiales.
Situación política de Netanyahu
La situación política del primer ministro Benjamin Netanyahu en Israel a principios de 2025 está plagada de problemas internos, significativamente afectados por las secuelas de los atentados de octubre de 2023. Su gobierno de coalición, que ha sido descrito como uno de los más derechistas de la historia de Israel, está al borde de la disolución. El mandato del gabinete de guerra, formado en respuesta al conflicto con Hamás, está llegando a su fin, y con él, la unidad que mantuvo temporalmente unida a su coalición. Las encuestas de opinión pública y los análisis políticos sugieren una profunda insatisfacción con la gestión de Netanyahu de la seguridad nacional, con sus índices de aprobación cayendo en picado hasta mínimos históricos. Este descontento se debe no sólo a los fallos percibidos que condujeron a los atentados, sino también a sus controvertidas reformas judiciales destinadas a frenar el poder del Tribunal Supremo de Israel, que habían provocado protestas masivas antes de la guerra.
El proceso penal contra Netanyahu complica aún más su panorama político. Se enfrenta a cargos en tres causas distintas, que implican acusaciones de fraude, abuso de confianza y soborno. A finales de 2024, Netanyahu comenzó su testimonio, un proceso que ha sido un espectáculo tanto jurídico como político, desviando la atención del gobierno hacia sus batallas legales personales. El ritmo lento del juicio, unido a su naturaleza de alto perfil, ha mantenido su vulnerabilidad política en el punto de mira de la opinión pública, influyendo potencialmente en su toma de decisiones. Entre los analistas políticos prevalece la teoría de que Netanyahu podría estar aprovechando la política exterior para distraer la atención de sus problemas jurídicos internos o para presentarse como un estadista, lo que podría granjearle el apoyo o la simpatía de sus votantes.
A principios de febrero de 2025, Benjamín Netanyahu se enfrenta a múltiples cargos penales en Israel relacionados con la corrupción. Estos cargos se derivan de varios casos, entre ellos uno en el que se le acusa de recibir lujosos regalos, como puros, champán y joyas, de ricos hombres de negocios a cambio de favores políticos. Otro caso se refiere a las acusaciones de que Netanyahu intentó asegurarse una cobertura mediática positiva del periódico Yedioth Ahronoth prometiendo legislación para frenar la difusión de su competidor, Israel Hayom. La acusación más grave se refiere a que Netanyahu supuestamente concedió beneficios normativos a las telecomunicaciones Bezeq a cambio de una cobertura favorable en Walla!, un sitio de noticias propiedad del dueño de Bezeq.
En su juicio, Netanyahu comenzó a declarar en diciembre de 2024, tras un intento infructuoso de retrasar el proceso. El Tribunal de Distrito de Jerusalén decidió aumentar la frecuencia de las vistas a cuatro días por semana a partir de febrero de 2025, tras una pausa debida a la guerra. Se espera que la fiscalía concluya sus alegatos en el caso Bezeq-Walla en febrero de 2025, tras lo cual continuarán los testimonios en los demás casos. Este juicio representa un importante desafío jurídico y político para Netanyahu, que influirá en su posición política y, potencialmente, en su futuro en el cargo.
Además, el 21 de noviembre de 2024, la Corte Penal Internacional emitió órdenes de detención contra Netanyahu y Yoav Gallant por presuntos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en Gaza, incluidos actos como la inanición como método de guerra, asesinato, persecución y otros actos inhumanos. Aunque la CPI no tiene capacidad de ejecución directa, sino que depende de los Estados miembros para ejecutar las órdenes, esta acción legal internacional añade complejidad a la situación de Netanyahu. Los procedimientos judiciales en curso, tanto a nivel nacional como internacional, siguen siendo un foco de interés, que afecta al liderazgo de Netanyahu y al ambiente político de Israel.
Casos de corrupción en Israel:
Caso 1000 (Asunto de los regalos): Netanyahu está acusado de fraude y abuso de confianza por recibir supuestamente lujosos regalos de ricos empresarios a cambio de favores políticos. Los regalos incluían artículos como puros, champán y joyas.
Caso 2000: Se trata de acusaciones de fraude y abuso de confianza en las que Netanyahu supuestamente intentó asegurarse una cobertura mediática positiva en el periódico Yedioth Ahronoth a cambio de legislación para limitar la circulación de su competidor, Israel Hayom.
Caso 4000 (Caso Bezeq-Walla): La acusación más grave de las tres, en la que se acusa a Netanyahu de soborno, fraude y abuso de confianza. Supuestamente concedió beneficios regulatorios a las telecomunicaciones Bezeq a cambio de una cobertura positiva en el sitio de noticias Walla!, controlado por el propietario de Bezeq.
La propuesta de Trump de apoderarse de Gaza, desmantelar las bombas e iniciar un proyecto masivo de reconstrucción económica podría interpretarse como una forma de apoyo político mutuo. Para Netanyahu, este drástico cambio de política por parte de Estados Unidos podría tener múltiples propósitos. En primer lugar, podría distraerle de sus desafíos internos al desplazar la narrativa hacia la diplomacia internacional. En segundo lugar, el hecho de que Estados Unidos, bajo el liderazgo de Trump, proponga un plan tan ambicioso y controvertido podría conferir a Netanyahu un aura de respaldo internacional, lo que podría reforzar su imagen de líder con importantes logros en política exterior, influyendo potencialmente en la percepción pública antes de cualquier elección inminente o reestructuración de la coalición.
Esta dinámica de apoyo mutuo podría verse también en el contexto de la política exterior de Netanyahu, especialmente en su enfoque de la cuestión palestina. Las políticas de su administración han sido criticadas a menudo por alejar el proceso de paz, y la propuesta estadounidense podría verse como una extensión de esta postura de línea dura, ofreciendo a Netanyahu una forma de replantear la narrativa en torno a Gaza como una de oportunidad económica en lugar de conflicto. Sin embargo, esto podría resultar contraproducente, ya que una política de este tipo se encontraría probablemente con una importante reacción internacional, que podría aislar aún más a Israel en la política mundial.
Las implicaciones políticas de la propuesta de Trump van más allá del mero apoyo. Podría acorralar a Netanyahu y obligarle a navegar entre los elementos de extrema derecha de su coalición, que podrían ver en ello una forma de alterar permanentemente el paisaje demográfico y político de Gaza, y los israelíes más centristas o de izquierdas, que podrían considerarlo una extralimitación o una violación de los derechos palestinos. Equilibrar estos intereses podría consolidar su liderazgo mostrando una acción decisiva o provocar una mayor fragmentación dentro de su partido y coalición.
Además, el momento de la propuesta, que coincide con los problemas judiciales de Netanyahu, podría percibirse como un intento de utilizar el caos de la política internacional para proteger su posición política interna. Los críticos sostienen que esta estrategia de centrarse en la política exterior de alto riesgo para eclipsar las cuestiones internas es una táctica común entre los líderes que se enfrentan a apuros similares. Sin embargo, la eficacia de esta estrategia es incierta, especialmente dada la naturaleza volátil de la política israelí, donde la opinión pública puede cambiar rápidamente en función de las preocupaciones de seguridad y los resultados judiciales.
La dimensión internacional de la respuesta de Netanyahu al plan de Trump también sería decisiva. Su gestión de esta propuesta podría enmendar o tensar aún más las relaciones con aliados clave de Oriente Próximo y Europa, que se han mostrado cada vez más críticos con las acciones de Israel en Gaza. La propuesta estadounidense, si se considera como un respaldo a las políticas de Netanyahu, podría provocar consecuencias diplomáticas o, por el contrario, podría aprovecharse para negociar mejores condiciones o apoyo en otros frentes.
La situación política de Netanyahu es una compleja interacción de inestabilidad interna, batallas legales y maniobras internacionales. La propuesta de Trump sobre Gaza, aunque puede ofrecer un salvavidas o una distracción, también conlleva riesgos significativos que podrían estabilizar o socavar aún más el liderazgo de Netanyahu, dependiendo de cómo navegue por la reacción interna e internacional.
Conclusión
La propuesta del presidente Donald Trump de hacerse cargo de Gaza, si se toma al pie de la letra, parece ser o bien un paso profundo y sin precedentes en los tiempos modernos hacia el intento de establecer una paz permanente en esa región, o bien un medio de apoyar a un viejo amigo y aliado que está en apuros. Esta propuesta, realizada ayer, destaca más como una declaración política que como una política coherente y procesable. Refleja el historial de Trump de hacer afirmaciones audaces, a menudo provocadoras, que dan prioridad al valor de choque sobre las intrincadas realidades de la geopolítica, la economía o las cuestiones humanitarias. Y le ha funcionado muy bien en el pasado.
La idea de que Estados Unidos asuma el control de Gaza para reconstruirla y convertirla en una potencia económica o en la «Riviera de Oriente Próximo» carece de fundamento en consideraciones prácticas. El panorama geopolítico, especialmente en una región tan volátil, requiere una diplomacia llena de matices, respeto por el derecho internacional y un profundo conocimiento de la dinámica local, nada de lo cual resulta evidente en la proclamación de Trump. Los retos logísticos, financieros y políticos de una empresa así son inmensos, pues no sólo implican la reconstrucción física, sino también la necesidad de navegar por la densa red de relaciones internacionales, gobernanza local y cuestiones de derechos humanos. La ausencia de un plan o estrategia detallados para abordar estas complejidades indica la función principal de la propuesta como maniobra política más que como iniciativa política.
Económicamente, la viabilidad de la propuesta es cuestionable. El desarrollo económico de Gaza dependería en gran medida de la inversión y la ayuda externas, dada su falta de recursos naturales significativos y el impacto del bloqueo en el comercio y la movilidad. Los costes de reconstruir, garantizar la seguridad y establecer sistemas económicos sostenibles serían astronómicos, sin un claro retorno de la inversión para Estados Unidos, especialmente si el plan implica desplazar a la población local. Este aspecto de la propuesta se alinea con un patrón de los anuncios políticos de Trump que a menudo se centran en visiones grandiosas sin abordar las implicaciones logísticas o financieras.
Las motivaciones políticas de la declaración de Trump son evidentes, sobre todo si se tienen en cuenta el momento y el contexto. El gobierno de Netanyahu se enfrenta a una importante presión nacional e internacional, y su supervivencia política pende de un hilo debido a los continuos problemas legales y al descontento público. Al proponer un cambio tan drástico en la política estadounidense hacia Gaza, podría considerarse que Trump intenta reforzar la posición de Netanyahu ofreciéndole una narrativa de apoyo internacional y una distracción de sus problemas internos. Esto refleja una pauta en la que la política exterior de Trump ha servido a menudo a fines políticos internos, sobre todo al congregar a su base o apoyar a aliados de formas que desafían la lógica diplomática convencional.
Además, la propuesta podría exacerbar las tensiones regionales en lugar de estabilizarlas. El mundo árabe ya ha mostrado un frente unificado contra sugerencias similares de desplazamiento palestino o de control externo sobre los territorios palestinos. El plan de Trump, de llevarse a cabo, se encontraría probablemente con una feroz oposición, lo que podría provocar un aumento de la inestabilidad regional, reforzar los sentimientos antiestadounidenses y complicar los procesos de paz. También supondría un desafío para las relaciones de Estados Unidos con sus aliados árabes, que han estado recorriendo sus propios caminos diplomáticos con Israel, a menudo con la mediación de Estados Unidos.
En términos de derecho internacional y diplomacia, la propuesta se enfrentará a importantes obstáculos. La toma por la fuerza de cualquier territorio, especialmente con la intención de alterar su composición demográfica o su gobernanza, viola numerosos tratados y normas internacionales. La reacción de los organismos internacionales, las organizaciones de derechos humanos y otras naciones sería rápida y severa, lo que podría aislar diplomáticamente a Estados Unidos en un momento en que su liderazgo mundial ya está sometido a escrutinio.
La propuesta de Trump de hacerse cargo de Gaza parece más un gesto político que una orientación política práctica. Encapsula una estrategia de hacer afirmaciones audaces, a menudo ambiciosas, para dominar los titulares, apoyar a los aliados políticos o desviar la atención de otras cuestiones polémicas. Este enfoque, aunque quizá eficaz en el pasado con otras cuestiones, es diferente de sus usos recientes. El tiempo dirá si esta tesis es correcta o si habrá una Riviera de Oriente Próximo.
Fuentes:
Me quito el sombrero ante todo ante mi amiga Deandra Grant por ayudarme a formular mi tesis y aportarme ideas contrarias sobre este tema. Es una gran amiga.
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Washington Post. (2025, 4 de febrero). La audaz iniciativa de Trump para Gaza: Más sobre política que sobre paz. The Washington Post. https://www.washingtonpost.com/world/2025/02/04/trump-bold-gaza-initiative-more-politics-than-peace/
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Nota: Agradecemos a Justin James McShane su colaboración en este artículo, que está basado en el siguiente en inglés:
Por el futuro de la Franja de Gaza y de los palestinos, muchos esperan que ésta sea una situación en la que Trump no deba tomarse al pie de la letra. Independientemente de que Trump diga que todo el mundo ama su plan para Gaza, lo cierto es lo contrario. A nadie le encanta su plan para Gaza.
Trump dice muchas cosas, y no es prudente tomárselo todo al pie de la letra. Sin embargo, algunos piensan lo contrario e instarían a la gente a tomárselo en serio. Como hombre de negocios y conocido por sus transacciones políticas, sostienen que Trump conoce el arte del trato.
Pero realmente parece más una cortina de humo para salvar de los tribunales a su amigo Netanyahu. Salvo que alguien le haga ver que sí puede ganar algunos dólares ahí.